martes, 7 de abril de 2015

El Estado y los impuestos

Vivimos en una sociedad dirigida y organizada por un ente superior al que no se le cuestiona y cuyo mantenimiento parece ser imprescindible. Estoy hablando del Estado y todo el conglomerado de instituciones que lo conforman y que han pretendido que represente el mecanismo de justicia, redistribución, etc que consiga el desarrollo social y económico de los ciudadanos. Un mecanismo que como he dicho antes no se cuestiona y que esta involucrado en la mayoría de acciones y relaciones que llevan a cabo los individuos.


 Hay muchas ideologías que tratan sobre cuanto debe de estar involucrado o no el Estado en la sociedad, y cual debe de ser el tamaño de su intervencionismo, tenemos por ejemplo aquellos que abogan por una mayor intervención representados por corrientes ideológicas como  el comunismo, o aquellos que sienten la necesidad de reducir el tamaño del Estado a su mínima expresión , representados por la corriente liberal. Del tamaño del Estado - además de otros factores- dependerá que los impuestos sean más o menos altos según los Estados dirijan más o menos nuestra sociedad.


Los impuestos son pues un instrumento por el cual el Estado de manera coactiva adquiere parte de la riqueza de los ciudadanos para mantener su tamaño y gestionar nuestras vidas imponiéndonos que sanidad o educación por ejemplo debemos utilizar. Este hecho se produce con la argumentación de que una sociedad en la que el reparto, organización y gestión de nuestra riqueza, no puede ser llevado a cabo por el libre  mercado y las relaciones entre individuos, alegando la existencia de "fallos del mercado" que impiden el desarrollo correcto de la sociedad. Parece curioso que se repita por activa y por pasiva que existen "fallos de mercado", pero que no se cuestionen los "fallos del Estado" que sin duda alguna la historia ha demostrado que se producen y que afectan de manera significativa en la consecución de una sociedad mas próspera. Es entonces a mi entender una irracionalidad la exigencia de dar nuestra riqueza a un ente que se cree capaz -y no lo es- de gestionarla, en vez de que sean los ciudadanos quienes decidan de que manera van a gestionar su patrimonio.


Hemos llegado a un punto en el que la mayoría de la sociedad no puede imaginar la posibilidad de que sean ellos quienes decidan libremente a que destinar su riqueza, por lo que se ve correcto la exigencia de impuestos y no solo eso, sino la exigencia de mayores impuestos para aquellos quienes ganan más. Tener por ejemplo  un tipo marginal del IRPF sobre el 50% es directamente robar la riqueza de un individuo. Exigir impuestos sobre los dividendos que reparten las empresas cuando son parte de los beneficios de estas y ya han sido gravados por el impuesto de sociedades, produciéndose así una doble imposición, es sin duda alguna una absoluta injusticia. Gravar con el impuesto de sucesiones y donaciones la transmisión de patrimonio es un expolio cuando el hecho imponible no es otra cosa que la transmisión de la riqueza de un individuo a otro, y es así porque no es razonable que las herencias se graven cuando ya han sido gravadas anteriormente o que el simple hecho de que se done cierto patrimonio, suponga el pago de una cuota impositiva. Eso es robar.


Y después de que se produzca el pago del impuesto, nos encontramos con que el Estado no es tan buen gestor ni redistribuidor de la riqueza como nos quieren hacer pensar, con lo que al final del proceso nos encontramos con una disminución absoluta de la riqueza de los individuos, que son quienes soportan la discrecionalidad del Estado y su nefasta gestión despilfarrando nuestro dinero. Entonces cabe pensar que los impuestos no tienen la función de  mantener el Estado de Bienestar, sino de mantener el Bienestar del Estado.

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